La Sabiduría de Jerry

Caroline Gleich / 7 min de lectura / Cultura

Caroline Gleich se enfrenta al temor que acompaña al envejecimiento de su padre y la presión que siente por tener un hijo antes de que él ya no esté.

Con noventa años, Jerry, mi padre, se estaba poniendo nervioso a medida que nos aventurábamos más arriba en esa empanada colina. Solo para estar segura, le pregunté si de verdad quería esquiarla. “Sí, seguro. No hay problema”, dijo. Aún así, podía sentir dubitación en su lenguaje corporal, un ligero temblor de sus piernas lo delataba. En el primer giro se vio sólido. Luego, la pendiente fue demasiado. Cuando iba a hacer el siguiente cambio de dirección perdió control de la parte trasera de sus esquíes y comenzó a resbalar por la colina. Le grité para que hiciera una maniobra de auto detención, pero no había nada que pudiera hacer para pararlo. Comenzó a hacer trompos y ganar cada vez más velocidad. Cientos de metros más abajo, Jerry finalmente se detuvo.

Esquié hasta ahí lo más rápido que pude para evaluar el daño.

“¿Estás bien?”, me preocupaba que necesitáramos a la patrulla de rescate, pero él parecía estar consciente, con buena orientación y aparentemente perturbado por la “alerta de caída” sonando en su reloj y preguntándole si necesitaba a los servicios de emergencia. Apagó la alarma y dijo, “No te preocupes, soy bien resistente. Pero necesito una mano para ponerme de pie”.

Se siente bien extraño cuando se produce ese cambio en el que ahora eres tú quien tiene que preocuparse por tu papá. Él pasó una década y media enseñándome a esquiar, pero ahora nos conformamos con esperar los días soleados y despejados. Tengo claro que la percepción de Ia profundidad y la visión de Jerry están cambiando, por lo que esquío cerca y lo guío hacia abajo de la montaña, gritándole para señalarle por dónde ir o recordándole que mantenga el pecho en alto y el tronco bien activado.

Mientras me agachaba extendiendo mi mano para tomar la suya, sentí como un alivio teñido de tristeza. No es fácil ver a tus padres envejecer, ver a tu papá pasar de ser el superhéroe que podía hacer cualquier cosa cuando eras niña, el que siempre estaba ahí para ayudarte cuando caías, a ser la persona a la que tienes que levantar de las colinas. Eso me recordó que hay una cantidad de tiempo limitada para hacer todas esas cosas que queremos hacer en la vida.

Foto: Lee Cohen

Ver ese cambio en mi relación con mi padre le puso un poco más de urgencia a mis pensamientos con relación a los niños… como si la sociedad no pusiera ya suficiente presión sobre las mujeres para tener hijos. Recientemente he comenzado a divagar sobre si debiese apurarme para que él pueda conocerlos. Hay tanto en su sabiduría que me gustaría que mis hijos aprendieran: lecciones sobre frugalidad, sobre vivir la vida con pasión y amor, sobre cultivar una mentalidad orientada al crecimiento. Quiero celebrarlo antes de que ya no esté. No quiero esperar para decirle lo mucho que significa para mí.

Pero, ¿Necesito niños para traspasar sus lecciones?, ¿es eso lo que quiero?

Jerry es mayor que la mayoría de los papás. Nacido en la Península Superior de Michigan en 1931, Gerald “Jerry” Gleich solía ir a mi escuela a hablar sobre la Gran Depresión. El haber nacido durante un período tan desafiante de la historia americana inculcó en él una filosofía de la frugalidad. “Úsalo, acábalo, arréglatelas con poco o sin nada”, era el lema durante la Depresión y él lo personificaba. Me enseñó que los autos son para ser funcionales, no para lucirlos. Mi familia de seis personas tuvo solo un auto durante la mayor parte de mi niñez y yo crecí caminando a casi todas partes. Ahorrábamos cada centavo durante los viajes, apiñándonos los seis (dos padres, mis tres hermanos y yo) en una sola habitación de un motel cuando no estábamos acampando o quedándonos con algún familiar.

Foto: Colección Caroline Gleich

Una de mis más preciadas reliquias familiares es la máquina de coser de Jerry, una BERNINA de 1975. Con mi mama cosían sus propias tiendas de campaña, sacos de dormir y mochilas para ir a acampar o mochilear. Yo crecí usando la ropa de esquí heredada de mis hermanos. Jamás tuve un par de botas nuevas hasta que obtuve un auspicio. En cambio, siempre las rentábamos o las comprábamos usadas en alguna feria de equipo usado.

Crecer con padres así me inspiró a continuar con su filosofía—cosiendo los agujeros en calcetines y sweaters en lugar de tirarlos, o limpiando con alguna prenda vieja como trapo en lugar de usar toallas de papel.

Foto: Colección Caroline Gleich

Jerry aún trabaja, porque le encanta. Aún a su edad todavía hace 40 o 60 horas a la semana porque está súper comprometido con su trabajo como doctor y con ayudar a las personas. Es especialista en inflamaciones alérgicas y se ha ganado una reputación por resolver condiciones complicadas. Es analítico, empático y conocedor. Pero, sobre todo, es como un detective, alguien que siempre quiere repararlo todo. Le encanta enfrentar problemas. Los pacientes recurren a Jerry cuando ya han agotado todas las otras opciones.

Su ejemplo me empuja a ser curiosa sobre el mundo que me rodea, a hacerme preguntas profundas y tener el coraje para encontrar las respuestas. Jerry me motiva a que mi vida sea mucho más que solo esquiar—a asegurarme de que protejamos el aire, el agua y el medioambiente, haciendo todo lo que podamos con el poco tiempo del que disponemos.

Sin embargo, es en las montañas donde Jerry le da sentido a su vida. Está constantemente tratando de mejorar su tiempo en la caminata de 2.4 kilómetros y 457 metros de desnivel que hace en las montañas locales. Aún busca consejos sobre cómo mejorar su técnica de esquí. “Sigue caminando, encuentra cosas que te gusten y sigue haciéndolas”, ese es su consejo para mantenerse activo a pesar de la edad. Sigue moviéndote, sigue soñando, sigue poniéndote metas. No importa tu edad, siempre puedes aprender, crecer y mejorar.

Foto: Colección Caroline Gleich

Pero Jerry es un noventón atípico, a pesar de que no se clasifica a sí mismo de esa manera. No me gusta decirle a la gente la edad de mi papá porque me preocupan los estereotipos que acompañan al envejecimiento, las pocas expectativas que tenemos para los miembros más viejos de nuestra comunidad. Me preocupa cómo, a medida que nuestros padres envejecen, nuestras expectativas para ellos pueden volverse una profecía autocumplida. Nuestra sociedad le entrega demasiado valor a la juventud y me preocupa que no nos tomemos el tiempo de absorber las lecciones de nuestros mayores, que podamos perder sus conocimientos y sabiduría. Que yo pueda perder los suyos.

A nivel personal, me preocupa defraudar a mi papá al decidir no tener mis propios hijos. Con 35 años oficialmente alcancé la “edad maternal avanzada” o, dicho sin rodeos, mis ovarios están para el geriátrico. Siento la tensión entre mis propias metas y sueños en las montañas y el transformarme en la persona de la que mi padre estaría orgulloso. Jerry valora el tener hijos.

Los sacrificios que las madres deben hacer no son iguales a los de los hombres y la sociedad aún mide el éxito con métricas masculinas. Temo haber internalizado el patriarcado. Aún tengo hambre de escalar y esquiar grandes montañas alrededor del mundo. Yo me mido a mí en esos términos. Es mentira que las mujeres pueden tenerlo todo.

Foto: Colección Caroline Gleich

Los días que puedo esquiar con mi papá no son días de entrenamiento para mis propios objetivos en las montañas. Son días que pasan a un ritmo más lento—esquinado lentamente, con varias pausas para ir al baño, parando a almorzar, quedándonos en terreno más sencillo. Son días en los que podría estar en los picos más altos, esquiando líneas enormes. Es parte del camino de entender que en la vida no podemos hacer todo lo que queremos. Y me hace preguntarme: ¿Qué es más importante?, ¿las montañas que hemos escalado?, ¿nuestra definición del éxito?, ¿o las relaciones que compartimos con nuestros seres queridos?, ¿cómo honramos y respetamos a nuestros mayores?

La verdad es que no lo sé. Pero cuando escucho a mi papá contar sus historias de montaña, no hay otro lugar donde quisiera estar en ese momento. Quiero escribirlo todo, grabarlo todo, para algún día poder volver atrás y seguir aprendiendo. La sabiduría de Jerry es nunca dejar de hacer algo. Estoy comenzando a entender que hay formas de ser maternal aún si eliges no tener hijos o no puedes tenerlos, y que mi valor como mujer no tiene nada que ver con mi estado civil o mi fertilidad. Puedo traspasar la sabiduría de Jerry a la próxima generación compartiendo su historia e inspirando a otros a tomar una vieja máquina de coser y aprender a reparar ropa. A atarnos los zapatos y subir esa bendita montaña. A tomar las botas y seguir perfeccionando esos giros.

Foto: Lee Cohen

Perfil de autor

Caroline Gleich

Caroline es embajadora de esquí en Patagonia y actualmente vive en Salt Lake City, Utah, donde trabaja con diferentes ONG locales y nacionales, enseña sobre seguridad en avalanchas, diseña equipo, modela y esquía.