Traigamos de vuelta la escalada limpia

Mailee Hung / / 11 min de lectura / Climbing

Hace cincuenta años, Yvon Chouinard, Tom Frost y Doug Robinson establecieron una ética para la escalada que ponía énfasis en la moderación y el respeto por la roca. En 2022, esa ética es más necesaria que nunca.

“Fue un completo fracaso”.

A comienzos de la década de los 70, el catálogo de Chouinard Equipment propuso una nueva manera de escalar, una que buscaba que los escaladores controlaran su impacto para proteger la roca. En vez de usar la fuerza bruta para escalar rutas fuera como fuera, Yvon Chouinard y sus amigos argumentaban que un buen estilo importaba más que encadenar. Lo llamaron “escalada limpia”. En concreto, la escalada limpia reemplazaría los pitones y otros implementos que horadaran la roca con fisureros y excéntricos, nuevas formas de protección que podían removerse fácilmente y eran menos dañinos para la roca. Pero la meta más ambiciosa de la escalada limpia era incentivar una ética donde el escalador dependiera de su juicio y habilidades, más que del equipo, y no dejara rastro de su ascenso. La escalada limpia surge más o menos al mismo tiempo en Estados Unidos y Europa y rápidamente modificó la forma en que los escaladores protegían las rutas. Sin embargo, al preguntarle hoy a Chouinard qué efectos tuvo el movimiento, su respuesta es contundente: “la única respuesta apropiada es cero”.

Scott Bennett se aventura en un tormentoso océano de granito. Parque Nacional Yosemite, California. Foto: Eliza Earle

No es necesario buscar muy lejos para comprender lo que Chouinard quiere decir. Si la escalada limpia significa no dejar ningún rastro a nuestro paso, la escalada moderna en roca está muy lejos de este ideal. De seguro, cualquier escalador sorprendido usando un martillo o un cincel será sentenciado por el medio outdoor y las redes sociales, pero es muy difícil llegar a una zona popular de escalada deportiva o bouldering y afirmar que los escaladores generan un bajo impacto. Las manchas de magnesio marcan el ascenso más popular de una ruta (“Marcado por uso popular,” indica Chouinard). Ramas de árbol que se interponen en la roca un día desaparecen al siguiente, si es que no el árbol completo. Escaladores ignorantes ponen chapas sobre formaciones rocosas y petroglifos sagrados para los indígenas, arrastran sus crash pads sobre la frágil flora desértica o pisotean agujeros de molienda y morteros ancestrales. Si la escalada limpia fuera de hecho la forma dominante de escalada hoy en día, no veríamos el requisito del día de limpieza en cada evento outdoor. No necesitaríamos limpiar cientos de kilos de basura e implementos de escalada abandonados, cada año, con el Yosemite Facelift.

No hay peajes en Freerider, pero escalarla no es gratis. Kate Rutherford y Madaleine Sorkin se toman un breve descanso antes de la siguiente sección. Parque Nacional Yosemite, California. Foto: Mikey Schaefer

Al mismo tiempo, la influencia de la escalada limpia parece clara. Aunque los escaladores no siempre cumplan con ellos, han adoptado ampliamente los principios “no deje rastro” a pesar de los continuos debates respecto a cuándo poner chapas, si es realmente necesario hacerlo, cómo lidiar con rocas dudosas o cuánto “jardineo” es aceptable. Hoy en día, ningún escalador(a) espera dejar equipo en el camino y la gran mayoría jamás ha usado pitones, y jamás lo hará. Lo que alguna vez fue la principal manera de protección en la escalada, está hoy totalmente marginada e incluso quizás ya es una pieza de colección. La protección móvil, los empotradores, entrega ventajas tan evidentes para el(la) escalador(a) que la mayoría considera que los pitones son solo reliquias de un pasado oscuro.

¿Entonces por qué Chouinard está tan seguro de que la escalada limpia ha fracasado completamente?

Cicatrices en el Parque Nacional Yosemite. Eliminar los pitones mantiene la dificultad de la ruta para el siguiente escalador, pero causa daños irreparables a la roca. Foto: Dean Fidelman

Para lograr comprender mejor la influencia en el tiempo, o el fracaso, de la escalada limpia, retrocedamos a la época dorada de la escalada en roca en los Estados Unidos, las décadas de los 50 y 60. Algunos de los mejores y más audaces escaladores renegaron de la carrera consumista de la postguerra para vivir de forma más sencilla, más barata y al borde de la legalidad entre el bosque y las catedrales de piedra. Estos primeros exploradores llevaron a la escalada a paredes más escarpadas y empinadas. Pero mientras la técnica evolucionaba para lograr cumplir ambiciones cada vez más altas, las herramientas permanecían relativamente igual. En ese momento, el rack de un escalador podía incluir kilos de pitones metálicos para martillar en la roca con la intención de proteger una caída. Según la ética del valle de Yosemite y otros lugares, estos pitones debían ser removidos para mantener la dificultad de la ruta para quienes escalaran posteriormente. Décadas de esta metodología generaron cientos de cicatrices en las rocas por todo el país, especialmente a lo largo del Valle. Quizás el daño más infame es en el primer largo de Serenity Crack, reconocido hasta el día de hoy por la cruel secuencia de perforaciones en toda su extensión. A principios de la década del 70 circulaban fotografías de la ruta entre la comunidad escaladora, mostrando las consecuencias como si se tratara de las terribles consecuencias de un choque automovilístico atrapado en cámara. Había que hacer algo.

Tommy Caldwell escala la parte “fácil” del largo 23 en Passage to Freedom. Parque Nacional Yosemite, California. Foto: Austin Siadak

Chouinard había estado forjado sus propios pitones desde 1957. Para 1970, su empresa, Chouinard Equipment, era el principal fabricante de equipo de escalada en Estados Unidos y los pitones eran lejos su producto más vendido. Pero en 1972, Chouinard y su socio, Tom Frost, publicaron el catálogo de Chouinard Equipment con una editorial donde instaban a sus lectores a dejar de usar pitones. “Las montañas son finitas”, escribieron Chouinard y Frost, “y a pesar de su apariencia descomunal, son frágiles”. Le seguía un artículo de 14 páginas escrito por Doug Robinson, en parte una guía práctica y en parte un manifiesto sobre la escalada limpia.

En él se argumentaba que el objetivo de la escalada era generar una comunión profunda entre uno y la naturaleza, así como preservar el medioambiente y el desafío para los escaladores que vendrían. “Creemos que la única forma de asegurar la experiencia de la escalada para nosotros y las futuras generaciones es preservar (1) la naturaleza vertical y (2) la aventura inherente a la experiencia”, explicaban Chouinard y Frost. Si no podías escalar una ruta por tus propios medios y sin dañar la roca, entonces no tenías nada que hacer montándote en esa ruta hasta que pudieras hacerlo. La escalada limpia tiene razón al señalar que las montañas y las rocas no son objetivos para conquistar sino lugares a los que llegar con respeto. Cambiar hacia una nueva forma de protección soportaba esta perspectiva: “Al colocar un empotrador debes pensar en la forma de las rocas”, escribió Robinson. “Desde un principio la escalada limpia exige más conciencia del entorno de la roca”.

Antes que los fisureros se hicieran populares, era común entre los escaladores pensar que su equipo los ayudaría a ascender la ruta. La escalada limpia obligó a los escaladores a usar implementos solo para protegerse de una caída. La técnica, la fuerza y la conciencia era lo que los llevaría a la cima. Esto era escalada “libre” y aunque el concepto existía previo al movimiento de la escalada limpia, la escalada limpia lo llevó de ser un estilo de escalada a convertirse en el estilo de escalada.

“El cambio a las protecciones móviles finalmente condujo hacia beneficios deportivos que para muchos eran demasiado evidentes como para negarlos. Una escalada más técnica, más dinámica, y, aunque es discutible, más interesante.”

Chouinard y su cohorte esperaban que la escalada limpia volviera a poner en el centro la autodependencia, una visión audaz y la humildad ante el mundo natural al eliminar la posibilidad, tanto ética como práctica, de una experiencia intervenida. Pero eso no es lo que pasó. La escalada limpia tuvo éxito en rediseñar los límites de lo que significa un buen ascenso, pero no tuvo éxito en eliminar el equipo destructivo. De cierta forma, fue incluso una víctima de su propio éxito.

El cambio a las protecciones móviles finalmente condujo hacia beneficios deportivos que para muchos eran demasiado evidentes como para negarlos. Una escalada más técnica, más dinámica, y, aunque es discutible, más interesante. Mientras más te alejas de tener que pensar dónde emplazar una protección, más puedes priorizar el movimiento. Y si no tienes que colocar protección en ninguna parte, como en la escalada deportiva, entonces te puedes aislar en el movimiento incluso más.

Aunque las medallas de oro olímpicas se entregaron para el alpinismo entre 1924 y 1936 (muchas de manera póstuma), el Comité Olímpico Internacional decidió dejar de reconocer los logros del montañismo en 1946. Este indeciso legado está en gran contraste con el exitoso debut de la escalada deportiva en las Olimpiadas 2020, lo que confirmó el veredicto de Chouinard sobre que la escalada deportiva es apenas eso, un deporte. Podrá ser más atlética, pero carece de riesgo real y no necesita del enfrentamiento a un entorno cambiante, elementos que distinguen a la escalada limpia.

¿Adivinas dónde está el próximo agarre? En las rutas populares, como estas en el Parque Estatal Smith Rock, en Oregón, las marcas de magnesio no dejan mucho a la imaginación. Por eso, algunos bromistas han puesto magnesio en los hoyos equivocados para recordarles a los compañeros escaladores que deben pensar por ellos mismos. Foto: Austin Siadak

Por supuesto, una seguridad y control relativos son esenciales para empujar los límites físicos de la escalada de dificultad. Mientras que la audacia de emprender un ascenso en libre y a vista desde el suelo mantiene su lugar en la cúspide de los logros en escalada, nunca logras una escalada a vista estando al límite de tu capacidad. Lograr la mayor graduación de dificultad demanda precisión, protocolos de entrenamiento estrictos y una dieta calibrada cuidadosamente. Videos con beta en Internet aseguran que no pierdas tu tiempo o energía tratando de descubrir una secuencia por ti mismo. Los agarres de una ruta se cepillan y los movimientos se practican una y otra vez en “top rope”. Todos los cazadores del grado son científicos a la hora de eliminar la mayor cantidad posible de variables para mejorar las probabilidades de un encadenamiento exitoso. Incluso algunos de los más celebrados free solos se ejecutan solo después de llevar a cabo una meticulosa investigación, entrenamiento y ensayos usando equipo. Para algunos, “limpio” es denigrar la escalada a una competencia entre el escalador y la roca, los mayores desafíos se alcanzan al eliminar lo desconocido más que abrazándolo. La exploración se ha dejado de lado y con ella el predominio del entorno que la define. Las verdaderas aventuras no son eficientes.

Tiene sentido pensar que el objetivo de la escalada atlética, profundamente controlada y altamente ensayada, sería el primer resultado del movimiento de la escalada limpia. De acuerdo a Robinson, solo unos pocos se unieron a la escalada limpia porque era lo correcto. “Un imperativo moral es un motivador humano que está bien”, dice, “pero el mejor motivador es la emoción. Era un buen desafío, […] saber que los empotradores podían caer detrás de ti, mientras tú temblabas al abrir la ruta. ¿Podemos hacerlo? ¿Podemos terminar esta ruta? Y, al principio, nadie lo sabía”.

De todos modos, verificar si la pureza de la escala limpia de hoy mantiene las aspiraciones de la escalada limpia de hace 50 años se desvía de lo importante. A pesar de todas las divisiones y errores humanos, el espíritu de la escalada moderna es expansivo, acogedor y sostiene que todo aquel que ame escalar es un escalador(a). Si elogiamos a la comunidad escaladora por esta calidez, entonces difícilmente podemos reclamar que arriesgar la vida en busca de la pureza es la única forma de escalada que vale la pena. El valor de la escalada limpia hoy en día es su invitación a examinar lo que queremos logar, y lo que deberíamos lograr, con la escalada. Desafía a los escaladores a recordar que esta búsqueda egoísta y a veces solitaria afecta a otros y existe una experiencia más profunda y significativa al encontrarse con este desafío en vez de enfocarse únicamente en el deseo de cumbre.

“Como todos los movimientos, la escalada limpia es un verbo. Es una práctica que debe ejecutarse, renovarse y con la que hay que volver a comprometerse.”

La escalada limpia es más que un argumento abstracto. Dibuja una línea recta desde la ética a la política. En 1998, la American Alpine Journal publicó un artículo escrito por Chris McNamara sobre el futuro de la escalada en roca en Yosemite donde se decía, “Desde que Doug Robinson escribió por primera vez sobre ella en 1972, en el catálogo de Chouinard, la escalada limpia ha sido lo correcto. Todavía lo es. Pero cada vez más, si escalar es sobrevivir, entonces también es algo necesario”. La afirmación de McNamara suena a verdad especialmente ahora: En mayo de 2021, el Servicio de Parques Nacionales comenzó a solicitar permisos para viajes de escalada de más de un día en Yosemite, una respuesta directa a la basura y el equipo de escalada abandonados que los guardias encontraban cada día, durante años. El acceso y el cuidado ambiental se corresponden directamente con el cuidado por el otro, algo que puede y debe extenderse más ampliamente. Y no solo por el bien de la escala en espacios silvestres.

La escalada limpia es más sucia. Birch Malotky asegura un empotre en Black Crack. North Conway, New Hampshire. Foto: Brent Doscher

La guerra en Vietnam, las protestas de Stonewall, el asesinato de Martin Luther King Jr., la segunda oleada feminista… 1972 puede haber visto la reelección (de corta vida) de Richard Nixon, pero también trajo mayor agitación cultural y política. Y quienes se describen como dirtbags, como Chouinard y Robinson, optaron por dar un paso al costado. “No nos oponíamos a nada, solo vivíamos nuestras vidas”, cuenta Chouinard. Sin embargo, para otros, simplemente vivir sus vidas era, y todavía es, una forma de resistencia y dar un paso al costado no era una opción. Las consecuencias por negarse a formar parte de la sociedad eran radicalmente diferentes, incluso violentamente diferentes, a lo largo de las diferentes comunidades e identidades. Chouinard tiene razón: rehusarse no es lo mismo que resistir. Pero para quienes tenemos la libertad de rehusarnos, elegir la escalada limpia es una oportunidad de no dar un paso al costado, de tomar la perspectiva de Chouinard y su equipo y expandirla por el mundo.

La escalada limpia nos dice que podemos dejar de hacer las cosas que dañan el medioambiente o degradan la experiencia de otros escaladores y, al detenernos, podemos encontrar una mejor forma para todos. La escalada limpia es una nueva forma de antigua sabiduría, una que considera a los otros y nuestro impacto sobre ellos. Como Robinson escribió en su ensayo, “La mejor manera de comenzar a escalar limpio es reaprender a escalar desde el principio”.

Primera luz en The Nose, El Capitán. Parque Nacional Yosemite, California. Foto: Drew Smith

La escalada es hacer mitigación de daños. Pero mitigar el daño no es llamativo, es aceptar la realidad. Para algunos esa aceptación es en sí misma una admisión del fracaso: la realidad de nuestra humanidad, el hecho básico de que todo lo que tocamos guarda nuestra marca, es un fracaso. La escalada limpia reconoce esta realidad y nos desafía a pensar en qué marca dejamos detrás. Como los pueblos indígenas lo han sabido siempre, y como algunos de nosotros hemos aprendido tardíamente, todas nuestras vidas y todos estos espacios, los sacros y los profanos, urbanos y salvajes, están conectados. Alejarse de uno significa alejarse del otro.

Como todos los movimientos, la escalada limpia es un verbo. Es una práctica que debe ejecutarse, renovarse y con la que hay que volver a comprometerse. La escalada limpia significa restricción de nuestro ego y humildad hacia la naturaleza, un esfuerzo de autogobernanza más que de dominación del mundo. Estas son las ideas que nos inspiran, la emoción que necesitamos para enfrentar el desafío de salvar nuestro planeta. Porque si existe un lugar al que no le podemos fallar, es este. ¿Podemos hacerlo? ¿Podemos llegar hasta el final? Por ahora, nadie lo sabe. Y solo existe una forma de averiguarlo.

Noel Cockney y Brett Carroll en el último largo vertical de Arrowhead Arête. Mark Powell y Bill Feuerer hicieron el primer ascenso en libre en 1956, mostrando lo que podría ser posible para el futuro de la escalada. Parque Nacional Yosemite. Foto: Eric Bissell

Profundiza: Lee el ensayo original que inspiró esta historia, “Una palabra…”, escrito por Tom Frost e Yvon Chouinard, republicado en conmemoración del 50 aniversario del catálogo de Chouinard Equipment de 1972

Perfil de autor

Mailee Hung

Mailee es la editora general de Patagonia para alpinismo y escalada.