Juntos, somos uno

Ryan Stuart / / 11 min de lectura / Mountain Bike-MTB, Comunidad

En un pequeño pueblo de montaña en British Columbia, una mujer aprovecha los senderos para ayudar a sanar heridas y conectar dos comunidades.

Todas las fotos por Ryan Creary

Los senderos del Lost Lake no son lo que lleva a la mayoría de los mountain bikers a Whistler, un pueblo turístico de cerca de 14.000 habitantes en las Coast Mountains de British Columbia. Sus amplios senderos de grava y entretenidos singletracks distan mucho de las enormes mesetas, imponentes peraltes y vertiginosos drops en los alrededores del Whistler Mountain Bike Park, sin duda la operación de este tipo más famosa del mundo.

Como instructora de la Indigenous Life Sports Academy (Academia Deportiva de Vida Indígena), Sandy sabe bien que para lograr algo grande, casi siempre hay que empezar de a poco. Whistler, British Columbia.

Sin embargo, Sandy Ward está hoy aquí precisamente por los senderos fáciles (“verdes” según el sistema de clasificación de dificulta de senderos). Es jueves, una mañana de julio. Sandy guía un grupo de niños entre abetos de Douglas y enebros que rodean una piscina que se forma naturalmente. Luego de precalentar en un sendero lo suficientemente ancho como para un camión, se dirigen hacia otro más angosto y sinuoso antes de que Sandy se detenga para explicarle al grupo cómo tomar las curvas. Los cinco niños se graban en la mente cada palabra.

Al igual que Sandy, todos pertenecen a la nación Líĺwat. Lost Lake está en los territorios Líĺwat y Sḵwx̱wú7mesh Úxwumixw. Sandy preferiría enseñarles MTB a los niños en un lugar a distancia pedaleable de sus hogares en Pemberton Valley, 32 km al norte de Whistler. Así sería más fácil que más chicos se integraran al deporte y se conectaran con los lugares que sus ancestros han caminado durante al menos los últimos 5.500 años. “La tierra y el pueblo son uno”, dice un credo de la nación Líĺwat.

Lamentablemente, cuenta Sandy, Pemberton es también “uno de los lugares más complicados para aprender MTB. No tiene senderos verdes, así que tenemos que venir a Whistler”.

Sandy tiene la esperanza de que, al introducir a los niños al deporte, eso pueda cambiar gracias a dos cosas. En el corto plazo, ayudándolos a ser lo suficientemente buenos como para pedalear en Pemberton; y, a largo plazo, impregnando un amor por este deporte en el pueblo Líĺwat. En este proceso, Sandy se ha convertido en una suerte de puente entre las comunidades del mountain bike y las indígenas, ayudando a unir al valle a través de los senderos, las bicicletas y una confianza bien ganada.

“Nunca nos habríamos enterado de este lugar si no hubiera sido por los mountain bikers. Y mientras más conciencia tengan los ciclistas por nuestros sitios culturales, mayor será el respeto que tengan por nuestra cultura”.

Roxanne Joe, nación Líĺwat

Cuando la mamá de Sandy era niña fue obligada a asistir a un internado producto de un mandato federal, que creó este tipo de escuelas para “integrar” la juventud indígena a la sociedad canadiense apartándolos de su cultura. El sistema, que operó oficialmente desde 1880 hasta 1997, separó de manera forzada a los niños de sus familias y comunidades y les prohibió hablar en sus lenguas natales. El abuso era generalizado y dejó cicatrices de por vida; las personas que vivieron en estos internados se autodenominan sobrevivientes.

Por lo tanto, aunque Sandy creció en la reserva de la nación Líĺwat, al este del pueblo de Pemberton, no aprendió el idioma ucwalmícwts o sobre la cultura líĺwat, y sus amigos y amigas eran principalmente niños blancos de Pemberton y Whistler. Pero entonces, cuando cumplió 18 años, la invitaron a integrar el Equipo de Snowboard de las Primeras Naciones, un programa que acerca a los adolescentes indígenas en el deporte.

Esta experiencia le cambió la vida. Se transformó en instructora de snowboard en Whistler Blackcomb y comenzó a escalar en roca y a hacer splitboard. A medida que esquiaba y escalaba en territorios Líĺwat tradicionales, comenzó a sentir una conexión con esos lugares que nunca había sentido antes. No fue hasta 2018, después una temporada viajando por el mundo, que comenzó a aprender sobre las culturas ucwalmícwts y líĺwat.

“En cada lugar que visité, traté de aprender sobre la cultura e historia indígena local”, me cuenta Sandy y agrega, “recuerdo volver a mi casa en Pemberton, después de un año y medio, subir la última colina y ver el valle. Sentí mariposas en el estómago y me cuestioné por qué no sabía más sobre mi propia cultura”.

Todo esto me lo cuenta mientras tomamos un descanso para nuestras manos. Estamos a medio camino en el descenso por Lumpy’s Epic, un sendero al sur de Pemberton, y venimos dándole bastante trabajo a los frenos. Lumpy’s es una clásica pedaleada del sector con franjas de tierra que unen hermosos bloques de granito llenos de raíces, piedras sueltas y ocasionales peraltes. El rasguido de los neumáticos contra la roca y el silbido de la suspensión comprimiendose me llena los oídos.

En el descenso, durante una sección especialmente empinada, nos detenemos para observar el río Green. El lado norte del Ts̓zil —conocido también como Mount Currie— domina la vista, puedo ver rayos de sol en todas direcciones. Sandy ve más.

“Las montañas están allá”, me dice, mientras apunta hacia el valle, “los nombres en líĺwat son parte de una familia: Kwtamts, esposo; Sisqa, tío; Syaqtsa, prima; y Sem’am, esposa. Me pregunto por qué ¿Qué significaba esta área para mis ancestros? ¿Cómo la ocupaban? Eso es lo que pienso cuando voy por los senderos”.

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Al día siguiente, Sandy lidera un pequeño grupo de subida al monte Mackenzie. Desde el estacionamiento, al inicio del sendero, tomamos un sendero de gravilla llamado Skwenkwin y comenzamos la subida. Su nombre es un término líĺwat que significa papa silvestre, un alimento importante que se cosechada tradicionalmente en la zona. Skwenkwin fue el primer sendero construido en el valle con la bendición el pueblo Líĺwat.

La ceremonia inaugural se realizó en 2018, más o menos al mismo tiempo que Sandy obtuvo su primera bicicleta. Una amiga aussie, cliente de la escuela invernal, regresó a Australia mientras Sandy estaba viajando y le dejó su bici —una bien elegante—. “Fue la mejor propina del mundo”, me cuenta Sandy.

Sandy nunca había hecho MTB antes, pero tomó el regalo y compró un pase para el Whistler Mountain Bike Park. Sacó la cara por las mujeres ciclistas de Pemberton y, con el auspicio de la Asociación de Ciclistas Off Road de Pemberton (PORCA, por su sigla en inglés), pedaleó por sus territorios ancestrales junto a un amistoso y cooperativo grupo de mujeres.

Sin embargo, durante todo el tiempo que Sandy aprendió snowboard, escalada en roca y ciclismo de montaña, tuvo pocas instructoras o guías. Ninguna era una mujer indígena. Se sentía fuera de lugar en su propio hogar y algunos miembros de la comunidad Líĺwat decían que estaba practicando “deportes de blancos”.

En 2020, luego de unirse a un grupo outdoor llamado Mujeres Indígenas Outdoors (IWO), comenzó a sentir una mayor sensación de pertenencia. Este grupo fue fundado en 2017 por Myia Antone, parte de la vecina comunidad Sḵwx̱wú7mesh Úxwumixw (nación Squamish), quiense preocupa de organizar actividades outdoor como senderismo, esquí de backcountry y mountain bike para mujeres indígenas, todo liderado también por mujeres indígenas.

Sandy me explica que, “no se trata tanto de involucrar a nuevas personas en los deportes, sino de ayudar a las mujeres indígenas a convertirse en líderes de estos deportes”.

Primero, Sandy ayudó a iniciar el programa de snowboard y esquí de backcountry de IWO, liderando salidas a las montañas en los alrededores. Luego, a medida que sus habilidades en MTB mejoraban, también inició el programa de mountain bike de IWO.

“La primera salida que hice con IWO fue la primera vez que sentí que tenía una conexión con la comunidad outdoor”, comenta Michele Lobo, miembro del pueblo originario Yellowknives Dene que vive en territorio Sḵwx̱wú7mesh. “Con las mujeres del grupo teníamos una historia traumática en común. Sabían por lo que había pasado”.

Michele me explica que la principal diferencia es la actitud. Para una persona principiante, los inherentes y agresivos movimientos de este deporte, como pisar, aplastar, rasgar, montar o cargar pueden hacerlo sentir extremo e inaccesible. Pero para alguien con traumas, ya sean personales o heredados de padres y abuelos, ese tipo de lenguaje puede revivir malos recuerdos.

Sandy no fue criada en su cultura nativa, pero mientras crecía vio el trauma y sabe que un enfoque más gentil funciona mejor. Veo estas palabras hechas acción en Mackenzie, cuando nuestro pequeño grupo termina la subida del Skwenkwin y comienza la bajada por Radio Tower. El sendero comienza con 9 metros de granito ondulado y, mientras todas las demás bajan, Shayla Wallace se congela.

Funcional y hermoso: los lazos para el cabello hechos a mano son parte del kit diario de Sandy para andar en bicicleta.

Lumpy’s Epic es uno de los senderos más queridos de Pemberton, como lo muestran las llagas en los árboles que enmarcan su entrada.

Shayla, parte de la nación Líĺwat, comenzó a hacer mountain bike recién el año pasado, después de inscribirse en uno de los campamentos que Sandy guía para IWO en Pemberton. “No lo estaba pasando nada bien, no estaba en un buen momento en mi vida”, me cuenta Shayla mientras pedaleamos de subida”.

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Siempre había querido probar el ciclismo de montaña y así pasar más tiempo en estas tierras, pero no tenía dinero para comprarse una bicicleta. Sandy le consiguió una bicicleta arrendada para el campamento y después le regaló una vieja que tenía y siguió entrenándola. Mientras más pedaleaba, más mejoraba la salud mental de Shayla, quien comenzó a interesarse en el arte otra vez. Recuerda que “el mountain bike me ayudó a aclarar la mente y me dio espacio”.

“Shayla podría haber terminado mal”, me cuenta Sandy más tarde. “El mountain bike la trajo de regreso a la vida”.

Mientras el resto del grupo baja por el granito de Radio Tower, Sandy sube nuevamente para ayudar a Shayla a bajar con un lenguaje gentil. La alienta, pero no la empuja, y es difícil distinguir quién está más emocionada cuando Shayla lo logra.

Son estos momentos los que inspiraron a Sandy a iniciar un programa juvenil de mountain bike. Con la ayuda de la Academia de Deportes de la Vida Indígena (Indigenous Life Sport Academy - ILSA), conocido anteriormente como el Equipo de Snowboard de las Primeras Naciones (First Nations Snowboard Team), implementó campamentos juveniles de mountain bike durante 2021 y 2022, y espera hacer lo mismo el verano de 2023. Una tienda local de bicicletas facilita el equipo, a los entrenadores se les paga gracias a donaciones. Pero los chicos y chicas todavía tienen que lograr llegar a Whistler, lo que puede ser un desafío durante una mañana veraniega de mediados de semana. “De verdad necesitamos un transporte”, se lamenta Sandy.

Sandy está a favor de construir senderos verdes en el valle de Pemberton, lo que alentaría a más personas de la comunidad a salir y ejercitarse (dos de las metas de la Nación). Pero cuando una persona que no está acostumbrada a andar en bicicleta observa el mapa de los senderos en el área, solo ve un enredo de líneas: más de 150 senderos girando hacia arriba, abajo y a través de más de 160 km de territorio líĺwat. Sin embargo, la mayoría está señalado para ciclistas de nivel intermedio o superior.

Sandy explica que, “no entienden por qué necesitamos más senderos”. Pero si le muestras a la suficiente cantidad de niños líĺwat el mountain bike, serán ellos quienes exigirán senderos más fáciles para sus padres, madres, tíos y tías. La Escuela indígena ya lleva a los chicos y chicas a excursiones de trekking a sitios culturales.

“El trekking y el ciclismo no son tan diferentes”, me insiste Sandy. Ella dice que, “ambas son actividades al aire libre para ejercitarse, disfrutar de la tierra y conectar con la cultura. No debería importar si es a pie o sobre una bicicleta”.

Y en el círculo virtuoso de una pasión compartida, mientras más personas líĺwat se enamoren de los senderos, más espacios en común encontrarán con los actuales residentes del valle de Pemberton. De hecho, ya está pasando. La Nación, PORCA, El Distrito Regional Squamish-Lillooet, El Pueblo de Pemberton y la Asociación de Caminos del Valle Pemberton (PVTA), finalizó la Planificación de Senderos Recreacionales del Valle de Pemberton en 2020 y, ahora, la Nación y la PVTA están renombrando los senderos usando palabras Ucwalmícwts.

Pedalear por el terreno empinado alrededor de Pemberton exige compromiso con la línea, pero también con tus propias capacidades. Darbi Andrews, de la nación Líĺwat, se detiene antes de tomar una bajada rocosa cubierta de musgo en The Sickness.

El Tśzil, también conocido como Mount Currie, atrapa los últimos destellos del atardecer sobre el valle de Pemberton. Según cuenta la leyenda, las rocas más prominentes en la cumbre noroeste son dos cazadores líĺwat que fueron transformados en roca; y las huellas de tres avalanchas fueron talladas por una serpiente gigante de dos cabezas al bajar reptando por la montaña.

La historia de Cream Puff es un buen ejemplo de este cambio. Los mountain bikers han construido senderos en los alrededores de Pemberton durante décadas, pero no fue hasta la llegada de Skwenkwin, que se había pedido permiso para su construcción, ni al gobierno colonial ni al pueblo Líĺwat (que nunca cedió su territorio o firmó algún tratado). Legalmente, el territorio es de ellos y cualquier construcción requiere de su autorización.

Entonces, un día, un ciclista limpió un montón de musgo en un camino llamado Cream Puff y descubrió una mujer dando a luz tallada en una roca.

Conocida como Roca del Nacimiento (Birthing Rock) por el pueblo Líĺwat, hoy en día se le llama a7x7úlm’ecw y es un lugar sagrado según comenta Roxanne Joe, mountain biker y coordinadora de los recursos y tierras de la nación Líĺwat. La historia oral cuenta que las mujeres solían escalar el monte Mackenzie para parir en la roca esculpida. Este descubrimiento casual fue una fuente de fricción entre dos comunidades. Algunos miembros de la Nación querían que el sendero se cerrara, pero Roxanne lo vio como un regalo.

Juntos, los hermanos Quillan y Steve Dan-Andrews dominan las curvas durante un sábado de pedaleo en Pemberton, British Columbia. Ambos hermanos compitieron en el Deep Summer Photo Challenge 2022, en Whistler, un mes después junto con el fotógrafo Jeremy Allen, para recaudar dinero para la Academía Deportiva de Vida Indígena (Indigenous Life Sport Academy). Cada uno se ganó una nueva bicicleta por su esfuerzo.

Sandy descansa en los restos de una s7ístken —o casa típica Líĺwat— justo fuera de Lumpy’s Epic, un sendero al sur de Pemberton. Las estaciones cambian notoriamente en el valle de Pemberton, con largos y gélidos inviernos y veranos calurosos y secos, así que los asentamientos s7ístken se construían comúnmente bajo tierra para, así, ayudar a mantener una temperatura agradable dentro y con un techo como de carpa hecho de troncos y ramas en la parte superior.

“Nunca nos habríamos enterado de este lugar si no hubiera sido por los mountain bikers”, me comenta. “Y mientras más conciencia tengan los ciclistas por nuestros sitios culturales, mayor será el respeto que tengan por nuestra cultura”.

Finalmente, el sendero fue encauzado lejos de la Roca del Nacimiento, donde PORCA y la PVTA levantaron un cerco más tarde. Eso calmó las peticiones de cerrar el sendero, pero algo de resentimiento se mantuvo. Cuando Sandy comenzó en el mountain bike, notó que algunas personas líĺwat seguían quejándose de los ciclistas, especialmente, cuando PORCA organizaba eventos de mantención de los senderos y no invitaba a la Nación.

“Sandy se convirtió en un puente entre los ciclistas y la Nación”, comenta Bree Thorlakson, directora ejecutiva de PORCA.

Juntas, Sandy y Bree comenzaron a buscar formas en las que PORCA pudiera ser más inclusiva y respetuosa del pueblo Líĺwat. Surgieron ideas que iban desde invitar a la Nación a los eventos hasta colaborar en la recaudación de fondos. El club ya estaba trabajando con el gobierno provincial para autorizar los senderos de forma retroactiva. Así que comenzaron a trabajar con el pueblo Líĺwat para que la Nación también los aprobara.

Hasta ahora, se cuentan con los dedos de una mano los caminos que han obtenido la doble aprobación y todavía hay trabajo por hacer. Por ejemplo, en la primavera de 2022, PORCA planificó una carrera para de bicicleta en la que se incluía Cream Puff y un miembro de la Nación consideró que era una ofensa dejar que tantas personas pedalearan cerca de la Roca del Nacimiento.

“Mientras más personas pasen por un sitio a7x7úlm’ecw, mayores son los riesgos de daño y faltas de respeto”, comenta Roxanne. “A medida que la población en Pemberton crece, el interés por proteger la zona también crece”.

PORCA cambió la ruta de la carrera inmediatamente, pero volvieron a alzarse peticiones para cerrar el sendero. Las tensiones se suavizaron un poco cuando la Nación publicó un comunicado en el que apoyaba a la comunidad de mountain bikers.

“Eso fue muy importante”, explica Bree, porque “demuestra que hemos logrado construir algo de confianza”.

El Pemberton Bike Skills Park, justo al sur del inicio del sendero del Mackenzie, es otro esfuerzo conjunto entre las gobernanzas locales y PORCA. Este parque abre durante mi último día en el pueblo. Un tambor líĺwat bendice el lugar y los dirigentes tanto de la nación líĺwat y como de Pemberton tienen discursos preparados antes de cortar la cinta inaugural y de que ciudadanos de todas las ascendencias repleten las líneas de salto, los pump tracks y al parque de entrenamiento. Todo el mundo sonríe y disfruta del mismo espacio.

(Derecha) Ryan Stuart sigue a Sandy en un slab de Lumpy’s Epic. Los senderos en Pemberton están llenos de estas formaciones rocosas, y saber pedalear sobre ellos es una habilidad fundamental para los mountain bikers en British Columbia: el peso hacia atrás, los ojos en el sendero y, hagas lo que hagas, no bloquees el freno trasero.

Sandy me lleva a un último pedaleo antes de que tenga que dejar el valle de Pemberton. Nos acompañan Scot, un francés, dos canadienses, dos mujeres de la nación Líĺwat y dos adolescentes que participan del programa ILSA de Sandy. Nuestro diverso grupo resopla y empuja después de pasar la salida hacia Cream Puff. Todavía es un tema sensible, así que preferimos evitar el sendero y continuamos hacia la cima de The Sickness, otro rocoso sendero lleno de slabs, tipo montaña rusa, que regala unas vistas espectaculares. Tomamos turnos en la delantera y nos damos ánimos mutuamente al pasar cada vibrante bajada.

En un momento, el sendero nos deja sobre un mirador desde donde se ve directamente hacia la nación Líĺwat, el río Birkenhead —una importante fuente de salmón— y, más allá, las montañas cubiertas de glaciares. Estamos en el corazón del territorio Líĺwat.

“Amo cada lugar al que me lleva mi bicicleta”, dice Sandy. Se refiere a la vista, pero ahora, soy yo quien ve algo más.

Perfil del Autor

Ryan Stuart

Ryan es un escritor freelance canadiense que vive, trabaja y juega en el territorio ancestral de la Primera Nación K’ómoks, en la isla de Vancouver. Las dos mejores cosas sobre su trabajo son llamar “trabajo” al mountain bike, la escalada, el hiking, el remo y esquiar, además de aprender sobre los lugares donde puede divertirse junto a las personas que los llaman hogar.