Haz que dure

Katie Lamb / / 6 min de lectura

La embajadora Patagonia de escalada, Katie Lamb, cose a su propio ritmo.

Todas las fotos por Tim Davis.

Sentada en el asiento trasero del auto de mis padres observaba pasar aquellos bosques frondosos, repletos de verde como si fuesen tapices, mientras imaginaba las aventuras que vendrían durante los días siguientes. Llegamos a la casa de mis abuelos en Long Island y, después del fin de semana, mi mamá retornó a Boston, dejándome con ellos por una semana. Yo tenía ocho años y este era mi primer viaje fuera de casa sin mis padres. Desperté a la mañana siguiente con los ojos hinchados y mi abuela Ahu concluyó que extrañaba mi hogar, por lo que me sentó frente a su máquina de coser con un edredón de algodón y una caja de donas rellenas de crema. Una semana después, cuando mis padres fueron a recogerme, usaba con orgullo unos pantalones de dormir de color verde neón muy graciosos que yo misma había cosido bajo la tutela de Ahu. Conservé aquella prenda nada sentadora aún mucho tiempo después de que fuera muy pequeña para mí.

A la izquierda: Katie a los 9 años en su hogar en Massachusetts usando los pantalones de pijama verdes que cosió con su abuela. A pesar de que ya no le quedan, los conserva en su clóset de la casa de sus padres. Foto cortesía de Katie Lamb.
A la derecha: Katie tomándose un descanso del bouldering en Lincoln Lake, Colorado.

En los Estados Unidos Ahu trabajaba como costurera, elaborando las mismas prendas, o partes de ellas, para las empresas de vestuario durante el ascenso de la ropa Prêt-à-porter. La vida de mis abuelos era utilitaria por necesidad, así que nunca tuvo la oportunidad de coser por simple placer. Sin embargo, su trabajo duro y sus sacrificios sentaron las bases para que mi mamá y yo pudiésemos ser creativas a la hora de confeccionar nuestro vestuario.

A pesar de que mi madre creció cosiendo, dejó de hacerlo cuando se convirtió en adulta, pero finalmente redescubrió su amor por este arte en parte debido a mi creciente interés. Juntas cubríamos la mesa con rollos de tela y utilizábamos su vieja máquina Kenmore para reconstruir aquellas prendas viejas de mi infancia. Ella me fabricaba vestidos holgados de gasa cuando era muy pequeña y yo al final aprendí a patronar y coser mis propios pantalones. Durante la adolescencia ya estaba ansiosa por utilizar la ropa como forma de expresarme, por lo que la costura me permitió diseñar mi propio estilo. Pude haber encontrado cualquier cosa en internet, pero disfrutaba más la personalización de la que disponía al crear por mi cuenta. Al echar un vistazo a la ropa que confeccioné cuando estaba en la secundaria, puedo ver la influencia de las tendencias que se veían para el 2010, pero también prendas como una sudadera de cuello alto, de calce extragrande y mangas largas, o una camisa hecha de parches a partir de una colección de camisetas viejas, que son un ejemplo de lo mucho que quería diferenciarme.

En casa de sus padres, Katie crea una camisa mientras que su hermano Andy confecciona un bolso. Foto cortesía de Katie Lamb.

Mi deseo de crear prendas personalizadas se podría atribuir, en parte, al sentido de la individualidad que encontré a través de la escalada. Cuando comencé a practicar este deporte, a los 7 años, para mí representaba una forma de hacer amigos y de pasar el rato tratando de ascender rutas cortas y sencillas en mi localidad, mientras que mis padres y hermanos se tomaban esta actividad más en serio. Al crecer, se convirtió en una manera de viajar a nuevos sitios y de cumplir objetivos personales. Los logros en este deporte me resultaban más gratificantes que alcanzar metas en la escuela o planificar una carrera. Pasaba los veranos en Rumney, New Hampshire, escalando con un grupo de amigos adolescentes y esforzándome por ascender rutas que me parecían demasiado difíciles al principio. Las secuencias complicadas constituyeron un primer terreno de prueba para el potencial con el que contaba como escaladora.

Katie cose el dobladillo de unos pantalones mientras usa una camisa —también de confección propia—de lino japonés con estampado de amapolas.

He tenido que ser consciente de la disparidad que existe entre lo que de verdad me motiva y lo que constituye una presión externa para seguir escalando a un nivel tan complejo por tanto tiempo. Cada escalador decide en dónde y con qué estilo escalar; es así como se deja un legado. Pienso que los ascensos que más valen la pena cuentan con un alto valor estético y exigen un importante nivel físico. Cada vez que me he obsesionado con escalar boulder he tenido que someterme a un proceso que me presiona a nivel creativo y, tal como sucede con la costura, la alegría viene de zambullirme en los detalles de la construcción.

Escalar desde una edad tan temprana me ha ayudado a comprender el tiempo y las cuidadosas iteraciones que se necesitan para confeccionar prendas en las que una idea inicial cobra vida a través de su forma física. Comienzo con la selección de los materiales adecuados, escudriñando cada rincón de mi almacén de telas para encontrar los que tengan el peso y la caída apropiados. A partir de ahí, los pequeños ajustes son lo que determina el éxito de la silueta final, me refiero a limpiar el movimiento o cambiar la forma inicial de un patrón. Con mis tijeras de metal aumento la talla de una prenda en la zona de los hombros para que resulte cómoda en caso de una musculatura superior en el área de la espalda, prestando especial cuidado a igualar las rayas en donde se unen las costuras. Ser una escaladora de baja estatura implica que necesito ser meticulosa en cuanto a separar mis movimientos en subpartes y replantearme secuencias convencionales. Al final, son los interiores bien hechos y los acabados limpios en las costuras los que hablan de la calidad de un producto terminado.

Katie y Keenan examinan sus merecidos callos.

Cuando termino una prenda, soy la única persona capaz de conocer de forma íntima y cercana cada uno de sus componentes. Solo yo puedo apreciar por completo las horas que pasé encorvada ante mi máquina de coser Bernina, agonizando con cada línea de puntadas mal confeccionada, para luego arrancarla y empezarla de nuevo… Solo para repetir nuevamente el mismo proceso. Conocer los detalles ocultos hace la diferencia entre ser quien solo usa la prenda y ser quien la ha creado.

Entre el trabajo y la escalada, Katie no puede coser tan a menudo como le gustaría, pero a su modo de ver, incluso un arreglo rápido o coser el dobladillo de unos pantalones representa un descanso para meditar. Utiliza su querida máquina de coser Bernina, heredada de su madre.

Como creadora, tengo la oportunidad de analizar el proceso completo y emitir un juicio sobre el resultado. Mis parámetros para lo que significa el éxito pueden no coincidir con los estándares y niveles convencionales, y en la escalada existen muchos. Es fácil reducir este deporte a un simple juego de números y dar prioridad a alcanzar el siguiente logro cueste lo que cueste, en lugar de emprender un proceso motivado por el buen estilo y el crecimiento personal. Encuentro más satisfacción en trabajar por cumplir objetivos que requieran creatividad y tenacidad que centrarme en aquellos que impresionan solo por su dificultad; es lo mismo que me sucede con la costura: prefiero crear prendas atemporales y duraderas en vez de seguir modas pasajeras.

Algunos de mis mejores periodos de escalada sucedieron durante los veranos en Rumney, en donde los días eran largos y no había prisa por finalizar un ascenso, pues sabía que lo lograría eventualmente. Hubo un día en el que pasé mucho tiempo recuperando un asegurador que se había caído en una caverna subterránea entre los boulders, otro en el que caminé por mucho tiempo para llegar a una ruta solo para descubrir que una cascada de comienzos de temporada caía por la pared de roca. Esos días no fueron un desperdicio en mi crecimiento como escaladora ni un obstáculo para alcanzar mi objetivo. El tiempo invertido no es un parámetro apropiado para medir la dificultad o el valor de un proyecto. Por el contrario, coser y escalar me ofrecen la oportunidad de bajar el ritmo, tomar el tiempo que sea necesario y permitirme alcanzar la satisfacción de confeccionar, bajo mis propios términos, una vida mejor vivida, en vez de una más grandiosa.

Perfil del Autor

Katie Lamb

Katie is a Patagonia climbing ambassador and data scientist working on data accessibility for the clean energy transition. She’s loosely based in Berkeley, California, and spends her time exploring the country for the many boulder problems that inspire her.