Costa salvaje, tierra protegida
Manuel Fernández Arroyo / / 9 min de lectura / Culture
La protección de la Península Mitre, como resultado del empuje de una sociedad cada vez más comprometida, le da un respiro al planeta.
A Juan y Nacho
por haberme enseñado la Península Mitre
El 6 de diciembre de 2022 la Legislatura de Tierra del Fuego sancionó por unanimidad la ley que crea el Área Natural Protegida Península Mitre, en el extremo austral del continente americano. Con esta declaración, fruto de más de 30 años de trabajo, este refugio de maravillosa naturaleza salvaje —y un sumidero de carbono clave para el mundo que alberga impresionantes concentraciones de turba— se convierte también en el triunfo de una comunidad con relevancia mundial.
Mi historia con la Península Mitre comenzó diez años atrás, cuando mis amigos Juan e Ignacio, del grupo de expedicionarios Estudios Patagónicos, me llevaron a filmar mi primera película, “Finibusterre: Latitud 55 Sur”. Fue entonces cuando conocí este lugar fascinante que quedó grabado en mi memoria. La Península Mitre comienza ahí donde terminan los caminos.
Me acuerdo cuando llegamos a Bahía Aguirre, la bahía más prominente en el punto más al sur de Mitre. Mientras más nos acercábamos a lo que quedaba de la vieja estancia abandonada de Puerto Español, más ancho se hacía el río Bonpland que nos separaba de nuestro destino. En ese momento, una manada de caballos salvajes se largó a galopar sacudiendo sus largas crines al viento y atravesó el río marcándonos su profundidad y el posible lugar de cruce. Por ahí mismo pasamos también nosotros, con ropa y todo, para más tarde cobijarnos al calor de la salamandra del último edificio en pie de la estancia, hoy convertido en refugio.
Los paisajes de la Península Mitre tienen montañas que chocan contra el mar, mareas sorpresivas, densos bosques impenetrables y senderos traicioneros que te obligan a buscar alternativas de paso permanentemente. Es un ambiente salvaje donde convive una sorprendente variedad de especies que te miran con extrañamiento al pasar. Por ahí anduvimos 31 días recopilando historias de pobladores de antaño como don Pedro Ostoich, quien vivió aquí doce años completamente solo y otros ocho con su esposa, en la primera mitad del siglo XX. En el documental, su voz proviene de cintas que dejó grabadas contando sobre su vida en soledad durante dos décadas en este rincón del planeta. “Hoy esos campos están abandonados por el ser humano. Así ahora la naturaleza virgen está haciendo su defensa para que el hombre no abuse de ella”. Con esas palabras y la cadencia característica de los fueguinos de antes, Pedro pintaba este lugar donde todo emprendimiento extractivo parecía tener destino de naufragio.
Desde 1984, distintos organismos de gobierno, organizaciones de la sociedad civil y los sectores académico y científico, buscaron proteger la península para resguardar sus valores patrimoniales. En 1989, cuando Tierra del Fuego todavía no era provincia, el primer director del actual Museo del Fin del Mundo, Oscar Zanola, propuso la creación de una Reserva Cultural y Natural. Luego de muchos ires y venires, en 2017, el Gobierno de Tierra del Fuego convocó a distintas organizaciones y a la comunidad en general para elaborar juntos un nuevo proyecto de ley, uno que incluyera la protección de las aguas circundantes a la Península y a la Isla de los Estados. En diciembre de 2020, la provincia declaró la Península Mitre de interés ambiental, natural y cultural. Políticamente, el camino quedaba allanado para la sanción de una ley que protegiera la zona de actividades productivas de corto plazo que pudieran dañar estos paisajes.
Es que la sociedad de Tierra del Fuego fue comprometiéndose cada vez más con la protección de la península. En los últimos años, los tomadores de decisiones vieron desde chicos y chicas de distintos colegios y hasta profesores universitarios exponiendo sobre la importancia de esta ley. Los esfuerzos del activismo de diferentes organizaciones ambientalistas jugaron un papel clave, invitando a la comunidad a unir sus voces a esta causa y, con el tiempo, fueron los mismos vecinos los principales defensores de los valores culturales y ambientales de Mitre. Eso era justamente lo que faltaba, porque lo único que explica las más de tres décadas de espera en la aprobación de esta ley, era la falta de conocimiento sobre los valores que necesitaban protección.
Investigando sobre la temática mitrera conocí varios activistas locales, entre ellos Nahuel Stauch, fueguino desde la cuna. Guía de montaña y pesca, Nahuel trabaja en la Península Mitre y cuenta que su actividad “surgió como resultado de muchos años de recorrer la zona haciendo cabalgatas, pescando y caminando para conocer todos los rincones posibles de este lugar maravilloso”.
Para él, “la sanción de la ley crea ese marco de protección necesario para que el Estado pueda tener una presencia más activa en el lugar y no seamos solamente los individuos los encargados de cuidarlo”. Sin embargo es cuidadoso a la hora de mirar al futuro: “Queda mucho por hacer desde la comunidad para acompañar los próximos años y que el Área Natural Protegida Península Mitre sea algo sólido”.
Así como Nahuel, muchísimos fueguinos —de nacimiento o adopción—, personas que se juntaron en organizaciones, grupos de amigos o simplemente solitarios caminantes, han desarrollado un sentido de pertenencia que le da a la península una identidad propia y ha convertido a sus residentes en defensores del territorio, cada uno a su manera. Sobre esta relación sincera podemos distinguir personajes distintivos, como El Paisa, un baqueano que vive en Península Mitre desde hace años y que generosamente recibe en su rancho a visitantes que llegan de todas partes, atraídos por la magia de este lugar.
En 2016, el mismo año que estrenamos “Finibusterre: Latitud 55 Sur”, se desarrolló una campaña de rescate arqueológico a partir del hallazgo de vajilla del siglo XIX en Playa Donata, costa Atlántica de la Península. Me llamaron para filmar la campaña y así fue como nació mi segundo documental, “Patrimonio fueguino: rescate en Playa Donata”.
Martín Vázquez es arqueólogo y lleva casi 20 años de trabajo en la Península Mitre. Convocado para ser parte de la campaña de rescate junto a su colega Francisco Zangrando, aprovechó el viaje para profundizar en sus trabajos sobre las ocupaciones humanas del pasado. “Todas las colaboraciones que he hecho con estos equipos que tienen que ver con naufragios me resultan fascinantes”, cuenta Martín en la entrevista que hicimos durante la expedición documental. “Muchos de los naufragios que ocurrieron en esta zona, ocurrieron en tiempos en los que vivían acá cazadores-recolectores conocidos como Haush”, explica. “Estos grupos de cazadores aprovechaban muchos de los restos de los naufragios (…) Es un caso súper interesante desde lo arqueológico porque no hay muchos“.
El valor cultural de la Península Mitre es inmenso y complementa la diversidad natural que podés encontrar tanto tierra adentro como en la costa. Si tenés afinada la vista y sos rápido de reflejos quizás veas un huillín, un simpático carnívoro —en peligro de extinción— de gran importancia para el equilibrio ecológico de su hábitat. Y los ambientes marinos costeros de la península, como los densos bosques de macroalgas y las grandes extensiones de turberas, son ecosistemas clave para la salud de la Tierra.
De esa naturaleza prístina se trató el documental “Hostil”, que filmamos entre 2018 y 2021 con el grupo de amigos de mi productora El Rompehielos. Este documental, dirigido por Fernando Urdapilleta, buscaba proponer alternativas para darle batalla al Cambio Climático. Consultando a especialistas en glaciares, dimos con Rodolfo Iturraspe, ingeniero, hidrólogo y profesor universitario, que conoce como pocos los recursos hídricos de Tierra del Fuego. Ahí fue que conocimos los valores de las turberas y sin haberlo pensado desde el principio, volvimos a poner los pies en la península.
Resulta que Mitre es el reservorio de carbono más importante de Argentina por su enorme presencia de este tipo de humedal con gran capacidad para mitigar el cambio climático.
“Los beneficios, o los servicios ecosistémicos de las turberas, son muy variados. El más reconocido, por su carácter global es la capacidad de controlar el ciclo de carbono y, a través del ciclo del carbono, el Cambio Climático”, describe Iturraspe en “Hostil”. “Hay un reconocimiento y hay también una preocupación a nivel mundial porque hay muchos usos de la turba que degradan estos ecosistemas”. En cuanto al uso extractivo de estos humedales, sentencia: “la extracción sustentable de la turba no existe, porque la reposición de la turba lleva milenios. Entonces la sustentabilidad, desde ese punto de vista, es utópica”. Rodolfo cuenta que hay 270.000 hectáreas registradas de turberas en Tierra del Fuego y cerca del 90% está en la Península Mitre. Un paisaje de turberas y lagunas que él describe como de otro planeta.
De estos paisajes extraordinarios se sirvieron distintos artistas y comunicadores locales para desarrollar proyectos que visibilizan lo fueguino en el mundo, parte importante también de ese empuje por proteger la península. Por ejemplo, el muy interesante trabajo de la fotógrafa documental Luján Agusti, que se enfoca precisamente sobre las turberas de Tierra del Fuego. Una narración visual que la llevó a explorar la Península Mitre, según ella “uno de los grandes tesoros de nuestro planeta”. Su proyecto, de repercusión internacional, pone de relieve la importancia de conservar estos ambientes. Luján considera que los debates en torno a la ley han permitido que muchas personas de la comunidad tengan la posibilidad de aprender más sobre este valioso lugar. “Es a través del conocimiento que podemos entender la responsabilidad que tenemos de proteger la tierra donde vivimos”, dice.
Para Luján, la creación del área natural protegida, “implica una enorme acción, no solo a nivel local y en el presente, sino para las generaciones que nos siguen, acá y en todo el mundo”.
La conservacionista Kris Tompkins también aparece en “Hostil”, donde cuenta que le preocupa lo desconectado que está hoy el humano de la naturaleza. “Tenemos nuestras cabezas en nuestros celulares y computadoras. La idea de salir y explorar está realmente abajo en nuestra lista de prioridades en estos días. Y yo creo que esta es una de las crisis que los humanos estamos enfrentando social y culturalmente, que la gente no conoce dónde vive”, dice. “No se puede amar lo que no se conoce”.
El tiempo que llevo vinculándome con lugares como la Península Mitre, y las personas que he conocido en este recorrido, me dan cuenta de la importancia de relacionarnos más y mejor con los entornos naturales y ser más conscientes de su preservación.
Aunque cueste creerlo, la ley de Península Mitre se sancionó envuelta en una paradoja que nos dejó con ganas de reír y de llorar al mismo tiempo. Mientras sucedía la creación del Área Natural Protegida, un incendio atroz —provocado por la irresponsabilidad humana— dejó como saldo una irremediable pérdida de biodiversidad en nuestra provincia, miles de hectáreas de bosque nativo que desaparecieron y un cachetazo que nos hace ver lo mucho que queda por hacer para cuidar el planeta.
La comunidad de Tierra del Fuego decidió conservar su tesoro y contribuir al cuidado de la Tierra y el bienestar de todos y todas. Se trata de un triunfo comunitario local de relevancia mundial por los beneficios ecosistémicos que aporta este lugar, los que debían preservarse para todo aquel que quiera sumergirse en su naturaleza salvaje. Me pregunto cuántos lugares así conocerán las próximas generaciones.
Perfil de Autor
Manuel Fernández Arroyo
Manuel es un documentalista cinematográfico, creador de la productora y medio de difusión El Rompehielos, que busca historias y personajes de la Patagonia para darles voz.
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