Conectando los Valles de Puelo y Cochamó
Felipe Cancino / / 6 min de lectura / Trail Running, Activismo
Ahí donde termina un camino de tierra es donde comienza un nuevo desafío, una lucha por la protección del Yosemite de Sudamérica.
Cochamó es la puerta de entrada a la Patagonia. Este pequeño pueblo es donde la Cordillera de Los Andes se encuentra con el océano. Espectaculares paredes de granito, populares entre los escaladores, se elevan desde el fondo del valle junto al océano Pacífico y se levantan por más de mil metros hacia el cielo. Algunos lo llaman el Yosemite de Sudamérica, aunque todavía se mantiene de bajo perfil y en su mayor parte prístino. El área está rodeada de parques nacionales, reservas y proyectos de conservación, con senderos espectaculares a través del espeso bosque lluvioso, empinados arroyos, grandes ríos y un hermoso entorno aún salvaje. En el pasado, algunos de estos senderos fueron la principal vía de conexión para las personas y se convirtieron en rutas comerciales.
A pesar de su espectacularidad, los valles de Cochamó y Puelo no son parques nacionales ni gozan de protección oficial, por lo que son vulnerables. Los residentes locales han tenido un rol súper importante encontrando formas de potenciar el ecoturismo como su sustento principal, regular algunas actividades económicas y encontrar formas de usar las leyes chilenas para proteger esta área. Una de esas formas de protección se llama ZOIT (“Zonas de Interés Turístico”).
Para comprender mejor de qué se trata ese regalo de la naturaleza y qué es lo que está en riesgo, decidí correr desde el Valle de Cochamó al Valle de Puelo, una distancia de aproximadamente 73 kilómetros. En particular, tenía mis ojos puestos en un sendero que los locales llaman “La Herradura”. Era un recorrido ambicioso, con más de 3400 metros de desnivel, que sigue una antigua ruta ganadera de un lado al otro de Los Andes, entre Chile y Argentina. Quería marcar un nuevo FKT (el Tiempo Más Rápido Conocido, por su sigla en inglés), pero además quería experimentar de primera mano este lugar, tener tiempo para sentarme con los locales, tomarnos un mate, escuchar de ellos lo que significa vivir en el valle y conocer lo que esperan para el futuro.
Cuando les contaba mi idea de conectar los dos valles parecían sorprendidos. Recibí comentarios como “Nadie lo ha hecho en un día”, “¿Estás seguro de que puedes hacerlo solo?” y “Sería una locura si lo lograras”. Su escepticismo no era injustificado. Este es un lugar salvaje donde los ríos corren libres, con una ruta que puede ser intransitable bajo la lluvia y hay múltiples cruces de río a lo largo del camino.
Además, la ruta no había sido limpiada aún para la temporada, lo que significaba que había una buena posibilidad de perder la huella entre los arboles caídos en un sendero que ya es difícil de seguir.
Comencé a correr a las 4 a.m. de una noche clara y fría. Me puse un pequeño vest y la linterna frontal, llevé algunas capas extra para manejar las condiciones del día. Estaba preparado para un buen desafío físico y para ser autosuficiente en caso de no llegar a mi destino. El sendero deja a la civilización atrás rápidamente, adentrándose en la espesa vegetación de la montaña. El sonido del agua fluyendo por empinadas caídas, arroyos y el gran río principal era todo lo que podía escuchar. Al correr, podía sentir cada paso hundiéndose en el barro. Me sentía bien, lleno de energía y emocionado de correr por las venas de este lugar de ensueño.
El éxito de la misión dependía mayormente de mi habilidad de mantenerme en el sendero y resolver algunos desafíos. No se trataba de trail running común y corriente. Me sentía insignificante moviéndome a través de esta área de montaña tan remota. A cinco horas de haber comenzado iba cuesta arriba en dirección al paso, las piernas ya comenzaban a sentirse cansadas e iba sumido en las reflexiones sobre el lugar a medida que traspasaba los límites de un valle al otro. Pensé mucho sobre cuán único es este lugar y, al mismo tiempo, sobre lo irónico que es que todas las áreas alrededor de Puelo y Cochamó estén protegidas, menos estos valles.
Pasé el punto de no retorno y dejé atrás el Valle de Cochamó a través de las montañas, convencido de que este lugar es especial. La interacción de la cultura local con el ecoturismo y las comunidades outdoor, en medio de uno de los más espectaculares escenarios naturales de la Patagonia, es algo que vale la pena proteger. El desarrollo no debería afectar la integridad del lugar y la forma de vida de su gente.
El objetivo era terminar en el valle principal, Puelo. El Valle de Puelo está habitado por familias que poblaron el área viniendo del lado este de Los Andes. El Valle está precariamente conectado con el resto del país, lo que le da una identidad única. Correr aquí se siente como viajar al pasado; la gente vive en estrecha relación con los recursos naturales del lugar, crían sus animales, cultivan sus vegetales y mantienen muy poco contacto con el resto del mundo. Este lado de la montaña me mostró un gran contraste con el lado oeste. Un sistema de senderos bien transitados, principalmente para quienes montan a caballo, hacen posible la comunicación con otras áreas. Estos senderos son los que me llevarían a mi destino final.
Dos exitosas campañas, “Patagonia Sin Represas” y “Puelo Sin Torres”, han salvado a tres de los más grandes ríos de la Patagonia: el Baker, el Pascua y el Puelo. El siguiente paso es protegerlos para siempre. En el caso del Puelo, esto podría lograrse declarándolo “Reserva de Agua”.
El movimiento ambiental local, que busca una manera sustentable de manejar su economía en estos valles, contrasta profundamente con la ambición de algunos empresarios, dueños de grandes porciones de terreno en la región y que no quieren verlas sometidas a medidas de protección ambiental.
Bajando por el sendero me topé con un hombre a caballo junto a su hijo. Me miraron con sorpresa cuando los alcancé. El hombre me dijo, “¡Parece que anda apurado!“, a lo que respondí irónicamente, “¡Estoy estirando las piernas un poco no más!”, mientras trataba de ignorar mi dolor. Desde ahí solo me faltaba una distancia similar a la de una maratón para llegar al final, cerca del río que le da su nombre al valle.
Cuatro horas después empecé a ver signos de civilización. Cercos, construcciones y perros ladrándome eran prueba de que me acercaba al final de mi trayecto. Al cruzar el último arrollo detuve el reloj y me senté en el agua para aliviar el dolor de mis piernas.
Gran parte de marcar un nuevo FKT es la capacidad de soñar una línea y trazarla con tus piernas. Usé cada una de mis habilidades para lograr esta travesía. Ha sido claramente una de las corridas más desafiantes que he hecho, no solo física sino que mentalmente. Pero más allá de eso, confirmó mi convicción de que las áreas salvajes son también un lugar para los humanos, para ponernos a prueba y para formar lazos más profundos con la naturaleza.
Correr a través de estas montañas y conectar estos dos valles fue una manera efectiva de ver el valor de la región y reconocer cuán duro han trabajado los locales por la protección de esta área. Terminé increíblemente agradecido de la oportunidad de correr en un lugar donde los ríos aún fluyen libres y la protección del medioambiente es fundamental para tantos.
Visita Valle Cochamó para saber más.
*Recientemente el status ZOIT (“Zona de Interés Turístico”) de Cochamó fue revocado, alertando a la comunidad local. La organización local estaba dispuesta a sentarse con las autoridades rápidamente y presentar un plan que actualizara la ZOIT en un plazo de nueve meses. Ellos aún guardan esperanza de que el proceso será transparente, dará prioridad a los esfuerzos de la comunidad local por el cuidado del valle y promoverá su protección.
Perfil de autor
Felipe Cancino
Felipe es activista, trail runner y educador outdoor.
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