Al mar kawésqar
Claudio Carocca / / 9 min de lectura / Activism, Community
Un pueblo despojado de su vínculo con el océano encuentra una oportunidad de reconexión.
El día está frío a orillas del estrecho de Magallanes, en el extremo sur del continente americano. Con los pies en la arena y sintiendo la brisa fresca que viene desde el mar, nos reunimos en torno a unos mates y bienvenidas, mientras la humedad salada que trae la rompiente nos moja la cara y activa el espíritu. De a poco el grupo va creciendo a la espera de comenzar una nueva jornada del taller de aproximación al buceo libre, que hemos estado impartiendo durante los últimos meses, para personas de comunidades Kawésqar en la región de Magallanes.
Para mí, estar aquí es como un premio. Esta es una maravillosa oportunidad para compartir nuestra afinidad y amor por el mar con la comunidad Kawésqar, a través de una actividad que involucra los sentidos, los afectos y el conectarse con el territorio. Esto es mucho más que enseñarles a “meterse al agua”, por lo que quienes estamos a cargo de traspasar estos conocimientos entendemos que somos los portadores de una gran responsabilidad y lo hacemos con respeto, estando completamente presentes en ese tiempo y ese espacio.
El territorio ancestral, Kawésqar Wæs, se extiende desde el golfo de Penas al norte, en la región de Aysén, hasta la península de Brecknock en los canales más al sur del Estrecho de Magallanes y comprende toda la zona marina y costera compuesta de islas, islotes, canales, glaciares, montañas, ríos, lagos y fiordos de la región subantártica, al lado oeste del área geográfica conocida como Patagonia. Aquí confluyen las fuerzas de la Antártica; sus vientos y sus aguas polares se unen con las aguas dulces y frías del deshielo glaciar, mientras que gran cantidad de lluvia cae durante todo el año. Esta es una combinación perfecta, que crea las condiciones para la abundancia de vida, tanto terrestre como marina.
El taller de buceo que hoy nos reúne se desarrolla en playas de esta región, privilegiando sitios de fácil acceso para la comunidad que, a pesar de los impactos del crecimiento de la ciudad, aún albergan biodiversidad para observar y conocer.
La posibilidad que he tenido de trabajar ya por varios años junto a algunas comunidades Kawésqar y haber construido una relación de confianza, me ha traído a ser parte de este taller. Estando aquí examino ese vínculo que me conecta con ellas ¿Será porque compartimos un compromiso por defender el mar?, ¿o porque el océano significa mucho para mí, desde mi mirada como biólogo marino? Cuando surgió la oportunidad de participar del taller la acepté sin cuestionarlo. Es una forma también de agradecer lo que he vivido y aprendido de esta cultura canoera nómade. De su territorio ancestral, sus ecosistemas, su biodiversidad y de cómo transitar por estos rincones salvajes, donde nada es tan fácil como en la vida cotidiana de la ciudad. Si tuviera que destacar algo del tiempo que he habitado en estas latitudes, son precisamente esas enseñanzas sobre la defensa del territorio y la protección del mar como algo elemental.
Desde hace largo tiempo algunas comunidades Kawésqar residentes entre Puerto Natales y Punta Arenas, agrupadas en las Comunidades Kawésqar por la Defensa del Mar (CKDM), defienden el territorio de la industria del salmón, responsable de inmensurables impactos en las aguas del sur del planeta. Se trata de una lucha súper compleja, ya que es difícil hacerle ver al Estado de Chile que, tras más de 40 años de contaminación por parte de la salmonicultura, los derechos humanos —en este caso los derechos de comunidades de un Pueblo Originario— y los derechos de la naturaleza no son considerados ni menos respetados. Al concesionar el mar, para que balsas jaulas llenas de salmones exóticos, sigan instaladas en áreas silvestres protegidas tanto en el Kawésqar Wæs como otros territorios de la hermosa Patagonia, solamente se contribuye a la destrucción del océano, la desaparición de especies nativas, la escasez de alimentos y la afectación de otras economías que sí podrían desarrollarse sin ocasionar grandes impactos, como el turismo y la pesca artesanal.
A través de la defensa territorial, las CKDM reivindican su cultura y entregan un claro mensaje sobre la importancia de proteger el mar y la tierra desde una ecorregión que tiene funciones y atributos tan importantes como aportar en la regulación climática del planeta, poseer eficientes ecosistemas que capturan aún más carbono que el Amazonas, contener la tercera reserva mundial de agua dulce, ser refugio de especies endémicas, albergar a los mamíferos marinos más grandes del mundo y ser el hogar de una abundancia de especies que son alimentos naturales, entre muchas otras cualidades. Proteger todo esto, es permitir un bienestar natural, económico y humano, que no depende de actividades industrializadas que destruyan estas dinámicas.
A su vez, esa relación con el lugar es un reflejo del ser territorio, un sentido muy propio de la cultura Kawésqar que se relaciona con el estar presentes en las distintas formas que componen este entramado vivo y con su cosmovisión ancestral, que respeta a la naturaleza y, en definitiva, a sí mismos como humanos. Por esta razón, conectarse con el territorio y adquirir conocimientos en base a las experiencias vividas es la mejor manera de lograrlo, ya que no sucede en el imaginario sino que está ahí, frente a nuestros sentidos, ahí donde somos parte. Sumergirse en el mar es precisamente una expresión de aquello.
Desde tiempos ancestrales bucear fue una de las actividades de recolección de alimentos llevada a cabo por las familias y grupos de canoeros nómades. Se dice que las mujeres se sumergían desnudas en las frías aguas de estas latitudes para aprovisionarse de alimentos. Pero todo eso se perdió. La colonización del territorio y el etnocidio, sistemáticamente fueron haciendo desaparecer a las canoas.
Por eso, el taller de aproximación al buceo nace con el objetivo de reconectar a personas de la comunidad Kawésqar “Grupos Familiares Nómades del Mar” con el océano, en un proceso que es sin duda muy personal y que en el tiempo también refuerza la cultura por medio de una experiencia directa bajo el agua, ayudando al empoderamiento para continuar en la ruta de la defensa del mar y del territorio
Para quienes participan —hombres, mujeres, niñas y niños de distintas edades— sumergirse en las frías aguas del estrecho de Magallanes es conectarse con esa parte del territorio que les es tan propio pero a la vez desconocido. Es reencontrarse con la cultura a través de contactos sinceros, escuchar relatos y compartir esta experiencia en la comunidad. Por otro lado hay quienes han visto en el taller una forma de perderle el miedo al mar, un progreso que se da jornada a jornada, aprendiendo a flotar de espalda, relajarse, cerrar los ojos y confiar. Ese momento, para muchas personas, ha significado un gran avance.
Por cierto, estar bajo el agua es también encontrarse con la biodiversidad marina que forma parte del entorno que nos rodea y que aparece en cada rincón, haciéndonos saber que hay mucha vida bajo la superficie. En una ocasión, después de bucear nos quedamos conversando en la orilla de la playa. Al preguntar qué les parecía el taller y sobre todo poder ver bajo el agua, el grupo coincidió en destacar la belleza de lo que habían podido observar y sus ganas de seguir participando y aprendiendo. Quise aprovechar ese momento para hablar más de la diversidad biológica presente en el territorio y extender la conversación, pero al poco rato quedamos enmudecidos al avistar los soplos y movimientos de un grupo de ballenas que nadaba por el estrecho de Magallanes en dirección al Pacífico.
Para quienes guiamos la experiencia, formar parte de este proceso es súper gratificante pero también requiere de atención a ciertas condiciones para hacerlo con seguridad. Tras revisar el reporte del clima esta mañana, nos reunimos en la playa como cada domingo. ¿Hay visibilidad?, ¿no hay marejadas ni vientos fuertes? El pronóstico es favorable, nos alistamos y nos damos ánimo para entrar al agua. Sea en primavera, verano u otoño, la temperatura no ha sido impedimento. Nos calzamos los trajes y activamos el cuerpo. Entre risas y conversaciones el grupo se interna en el mar.
A más de seis meses desde que iniciamos este taller, el sentimiento es de profunda satisfacción por lo recorrido. Los buenos momentos compartidos, la confianza ganada, el conocerse mejor como grupo y con cada una de las personas que han participado. Aunque a veces el clima no nos ha acompañado o un compromiso laboral se ha interpuesto, hemos logrado avanzar en esta disciplina acuática que para la gente Kawésqar siempre ha estado presente como una actividad ancestral de subsistencia, pero que para las generaciones más jóvenes resultaba más bien ajena.
Esa realidad debe entenderse en el contexto de la historia contemporánea. La colonización de los espacios naturales por actividades humanas industrializadas es un problema que ha avanzado sin tregua durante décadas y que nos está llevando a habitar en un planeta cada vez más afectado en lo ecológico, social y cultural. El escenario se torna cada vez más adverso en estos tiempos donde la sociedad sigue considerando a la naturaleza como algo aparte.
Entonces, conectarse con los territorios a través de experiencias directas es la clave para poder mejorar la relación que como humanos tenemos con las demás especies y con los ecosistemas que nos rodean, pues las personas dependemos de este equilibrio natural y, en eso, nuestra huella es fundamental.
En lo personal, me apena ver que la relación que la mayoría de los seres humanos tiene con las tres cuartas partes de la biósfera sigue siendo de desconocimiento y desconexión, una relación muy distinta a la que distintos grupos humanos han tenido con sus territorios ancestrales por milenos en diferentes puntos del globo. Ejemplo de aquello son los 7.000 años de ocupación territorial, desde los canoeros nómades a la cultura Kawésqar actual, en lo que hoy conocemos como Kawésqar Wæs.
Ese habitar en armonía desde tiempos inmemoriales hasta el presente —a pesar de que la mayoría podría pensar que se trata de algo del pasado— se debe a que siempre se han sentido parte de la naturaleza. El estar presentes en el territorio, desplazarse por medio de la navegación, recolectar y utilizar materiales naturales, recolectar alimentos y cohabitar con las demás especies en las distintas épocas del año, es algo que sigue existiendo aún hoy.
Al cerrar el día puedo ver que la experiencia del taller de buceo ha sido un regalo para mí como también lo ha sido para cada persona de esta comunidad. Perder el miedo y reconectarse con el mar se ha tornado un desafío personal muy interno y lleno de emociones para cada quien, uno que tiene su recompensa ahí mismo, de forma inmediata, al rodearse de vida marina y de alguna manera también al acercarse un poco más a su propia historia y la de sus antepasados. Con los pies en el agua, se crea un recuerdo, una conexión mayor con el territorio y se siembra la semilla de proteger lo que se ama.
¡Kawésqar Wæs Sin Salmoneras!
Perfil de Autor
Claudio Carocca Sepúlveda
Claudio es un biólogo marino e investigador independiente que vive en la región de Magallanes. Su trabajo lo ha llevado a recorrer el territorio Kawésqar y participar activamente de su protección.
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