A la Antigua
Layla Kerley / / 5 min de lectura / Snow
Un viaje fotográfico en el tiempo con Gary Bigham, veterano colaborador de Patagonia.
Todas las frases citadas pertenecen a Gary Bigham.
Nunca se pregunta qué se hace en Chamonix, eso es descortés. En vez de eso, se pregunta en dónde se esquió durante el día.
El fotógrafo Gary Bigham fue uno de los primeros esquiadores estadounidenses que se trasladaron al valle de Chamonix, en Francia, a finales de la década del 70, y pasó 50 años esquiando en los desafiantes terrenos de la zona. También tomó algunas de las fotos más memorables de la cultura del esquí durante las décadas del 80 y 90, documentando así una desenfrenada era de overoles neón, monoesquíes, salvajes payasadas en pendiente y eternos campos de nieve polvo esperando a ser recorridos; es la época a la que a veces se le denomina “La era de los vagos del esquí”.
Sin embargo, recuerdo a Gary por todas las demás cosas que hacía en Chamonix, es decir, su faceta fuera de la nieve que solo sus fotos nos permiten conocer: el músico, el hombre de espectáculo, la estrella de rock, el personaje bromista e hilarante siempre cargado de chistes, dueño de un estrepitoso lado oscuro y también sobreviviente a resacas legendarias.
Cuando su hija Guri y yo éramos adolescentes, rara vez lo veíamos esquiando con cámara en mano; su faceta como fotógrafo de esquí había quedado en el pasado, atesorada dentro de un caótico cofre lleno de diapositivas y también en presentaciones repletas de fotos y videos capturados por él, todo hecho a la antigua: con el zumbido de un proyector de películas estilo carrusel y una banda sonora llena de comentarios excéntricos.
El hogar de Gary en Argentière constituye en sí mismo una reliquia del esquí. Se trata de un clásico chalé alpino lleno de grandes recuerdos y escondites graciosos. Por ejemplo, detrás de un cuadro hay un agujero por el cual se puede meter la cara para asustar a los huéspedes desprevenidos. Da la impresión de que, mientras más puertas se abren, más grande parece la casa, una sensación que se ve reforzada por una serie de elementos poco convencionales: una bodega de vinos, un sauna, un columpio en la sala de estar y una mesa que parece infinita alrededor de la cual pueden sentarse unas 20 personas y que suele estar repleta de visitantes.
Crecer en la capital europea de los deportes extremos —que también es el cementerio de un montón de extremas ambiciones deportivas, depende de a quién se le pregunte— fue todo lo que puedes soñar y mucho más. Mis padres, quienes también eran fanáticos del esquí, se mudaron de Inglaterra a Chamonix cuando era niña. Conocí a Guri a los 11 años, fue mi primera amiga de procedencia no francesa. A partir de entonces me hice parte de una extensa familia agradablemente disfuncional.
Cuando nevaba, su casa se convertía en un acogedor y maravilloso refugio en el que la luz del fuego traía a la vida a los esquiadores de ballet que danzaban entre los marcos de las fotos. Debido a que “faltar al colegio en un día de nieve polvo” era regla entre aquellas paredes, Guri y yo organizábamos pijamadas cuando se avecinaban tormentas, esperando que la nieve nos retuviera en casa o que cerraran las vías hacia Chamonix. Gary solía llevarnos al área de esquí del Grand Montets a la mañana siguiente, en donde subíamos a un tranvía al igual que muchos otros esquiadores que parecían lobos hambrientos por deslizarse sobre la nieve polvo. Durante el descenso, nos esperaba pacientemente mientras nos precipitábamos por las colinas con el viento azotando nuestros rostros y aullando salvajemente.
Nuestros padres nos dejaban recorrer libremente aquel montañoso patio trasero, por lo que nunca desaprovechábamos la oportunidad de involucrarnos en el vasto y festivo movimiento del esquí característico de Chamonix. Los “domingos retro” se convirtieron en nuestro tributo a los overoles neón y al ballet en esquí, mientras que los viernes cruzábamos la carretera desde el colegio hasta el bar MBC Chamonix Microbrewery para disfrutar de la banda musical de Gary, llamada Gary Bigham and the Crevasseholes. A veces, mi padre tocaba el saxofón como artista invitado y todos reversionaban canciones populares en inglés, como All You Need is GLOVEs. La cerveza corría a raudales y la gente se volvía loca.
Para una niña inglesa, contemplar el desfile de celebridades del esquí ataviadas en colores vibrantes que visitaban la casa de Gary, cada uno más impresionante que el otro (y ahora creo que también más intoxicado, que el anterior) representaba toda una revelación. Era una nueva visión de cómo podía funcionar nuestra existencia, una dimensión brillante en la que de algún modo era posible ganarse la vida esquiando todo el invierno e incluso el resto del año.
Ahora, quince años más tarde y después de haberme convertido también en fotógrafa de esquí, es mi turno de danzar con esos lobos hambrientos por esquiar sobre nieve polvo, domarlos e incluso convertirme en uno de ellos. Pasé años de arduos ascensos solo para estar más cerca del hombre del que me enamoré (por supuesto que un esquiador) y ahora estoy experimentando mis más alocadas fantasías adolescentes al seguirlo hacia catedrales de hielo y piedra caliza.
Cuando se me presentó la oportunidad de escribir un libro acerca de Gary, Guri y yo tuvimos la excusa perfecta para hacer algo de lo que habíamos conversado por años. Aquella cautivadora nostalgia infantil nos condujo hacia el ático que guardaba las viejas imágenes capturadas por Gary. Esta vez nuestro viaje fotográfico en el tiempo tenía un propósito: digitalizar y almacenar las únicas e innumerables fotos y películas, al mismo tiempo que catalogábamos las historias y citas que las mantenían vivas.
Al ver todo este material sentí profunda nostalgia por una etapa que no volverá. Nos encontrábamos en el apogeo de aquella época de oro, “la era de los vagos del esquí” y de los majestuosos paisajes —nuestro jardín trasero cubierto por un inmaculado manto blanco cuyo fondo eran aquellas monumentales formas de dragones medievales y gigantes glaciares a punto de desaparecer— sentí una intensa emoción. El aspecto avejentado de las fotografías les otorgaba un toque de glamur a los seracs, pináculos de granito y otros recónditos lugares que también visité para tomar mis propias fotos. Reconocí asimismo los rostros jóvenes y familiares de aquellos cuyos logros o tragedias escribieron la historia de este valle.
La “era de los vagos del esquí” ya terminó, pero la época sin nombre que vino después me ha llevado a un lugar del que he anhelado formar parte desde que me senté por primera vez en la interminable mesa de Gary, con los ojos llenos de ilusión al escuchar a las leyendas preguntarse en dónde habían esquiado durante el día.
Después de todo, es Chamonix, por lo que preguntar otra cosa sería descortés.
Perfil de la Autora
Layla Kerley
Criada en Chamonix, Francia, Layla posiblemente resumiría su trabajo como “pararse en sitios incomodos para tomarle fotos a jóvenes en temperaturas muy frías”. Caracterizada por su inmensa mochila, su rebelde cabellera roja y sus chistes predecibles, no tenía intenciones de convertirse en fotógrafa, mucho menos del mundo del esquí, pero no pudo resistirse al majestuoso encanto de las montañas.
Cuotas sin interés
Podés abonar todas tus compras en 3 cuotas sin interés, sin monto mínimo en compras, con cualquier tarjeta de crédito bancaria* registrada en la app de Mercado Pago.
*Tarjetas de crédito válidas:
Envíos gratis a partir de $150.000
Los envíos demoran en CABA y GBA de 2 a 7 días hábiles, y en el interior del país, de 5 a 10 días hábiles.
Pick up: Retirá tu pedido, sin costo, en nuestra tienda Patagonia (Suipacha 1178, CABA), de lunes a viernes, de 10 a 19 h.
Sábados, de 10 a 13 h.
Cambios y devoluciones
¿No era tu talle? ¿El producto no te convence? Nuestro equipo de servicio al cliente está para ayudarte. Mientras menos envíos innecesarios se hagan, ¡mejor! De todas formas, podrás cambiar o devolver sin costo tu producto hasta 60 días después de recibirlo.
Guía para las fiestas 2024
Regalá equipo que los acompañe por mucho tiempo, no importa si miden los años en distancia, altitud, tormentas o amaneceres. 25% off en nuestro tienda web y en tiendas físicas, desde el 3 al 25 de diciembre.