Nada sobra y nada falta

Denise Billiet / Worn Wear

Viví en Patagonia varios años, hasta que tuve que partir. Pero existe un imán que siempre me hace volver. Esta vez fue por 6 días, en donde compartí entre amigos los rituales de la montaña. Caminar más de 100km cargando todo lo necesario para la vida es una aventura, pero sobre todo una enseñanza de que podemos vivir con menos. Hay algo de lo inhóspito, de la dureza de su clima, de la historia de sus montañas y su gente. De la mochila con lo imprescindible, lo simple. El día avanza en largas jornadas de marcha por terrenos en permanente pendiente.

Caminar, comer, dormir. La montaña nos enseña a llevar con nosotros lo imprescindible, lo versátil, lo multipropósito. No sobra ninguna prenda y ningún elemento. Nos hace humildes, pues nos educa a aprovechar y cuidar el más preciado recurso. Nos genera una paciencia que jamás pensamos que podíamos llegar a tener. Nos invita a observar nuestra finitud, lo pequeños que somos rodeados de hielo milenario y miles de estrellas. Nos da el espacio de reflexión: ¿necesitamos tantas cosas materiales para vivir bien? Viajar a la montaña te lleva a un estado de incomodidad constante que se traduce en el goce de cada uno de los ritos. Aproximar a un reparo para armar un campamento; prepararse para el descanso; recolectar agua para cocinar solamente lo suficiente y lo que hay. Nada sobra y nada falta. Viajar a la montaña es la aceptación de usar la misma vestimenta durante muchos días. Te hace rebelde ante la moda pues lo único que importa es que esa ropa sea funcional y se vuelve suficiente. Nada más es necesario. El viento brama helado bajando por el valle del Río Fitz Roy. Desayuno de avena y agua. El chapuzón más merecido en la Bahía de los Témpanos en el Lago Viedma. Lo efímero es eterno en nuestros recuerdos. En cada de estas travesías, mis prendas Patagonia siempre me acompañaron.